Sonia conoce a Knut en un foro literario de
internet y, a pesar de los setecientos kilómetros que los separan, establece
con él una particular relación marcada por la obsesión y la extrañeza. Entre la
atracción y la repulsión, no puede evitar sentirse fascinada por este personaje
insólito y perfeccionista, que vive fuera de toda norma social y que la corteja
a través de suntuosos regalos robados. «Le gustaba ir siempre bien vestido,
incluso para ir a robar una simple lata de conservas. Tan joven y hablando de
escritores del XIX. Filosofando. Cuestionándolo todo. Teorizando sobre el
individuo y el grupo, y la hipocresía social, y los chivos expiatorios, y Dios
y el destino, la virginidad y el sexo. Solía decir que no hay placer comparable
a pensar. Y no, no era petulante ni vanidoso. Era simplemente... exhaustivo.»
Su necesidad de poner distancia cuando Knut se vuelve demasiado absorbente,
pero también su irrefrenable curiosidad y el ansia de vivir experiencias más
allá de una existencia excesivamente reglada, llevarán a Sonia a una doble vida
secreta en la que quedará atrapada durante años sin posibilidad de exculparse.