El Día de Muertos de 1938
es una jornada aciaga para el ex cónsul británico en México, Geoffrey Firmin,
un hombre alcohólico, arruinado por los fantasmas de su mente y de su pasado y
cuyos oscuros sentimientos de culpabilidad alimentan una soterrada voluntad de
autodestrucción. Incapaz de reaccionar al regreso de su ex mujer, Yvonne, el
cónsul deja que ella se acerque de nuevo a su hermanastro Hugh, trotamundos
implicado en actividades políticas. Y durante las veinticuatro horas en que
transcurre la novela, en un México que simboliza al tiempo el paraíso y el
infierno terrenales, se suceden alejamientos, malentendidos y encuentros
conflictivos, y hasta violentos, con personajes de toda índole. Un funesto
augurio —un indio moribundo al borde de un camino— da la primera señal de
alarma. Mientras Geoffrey, cada vez más ensimismado, naufraga lentamente en sus
delirios etílicos ante los ojos de Yvonne y Hugh, éstos asisten impotentes a
los estragos de su trágica caída.