Es Una casa con goteras una novela optimista. En una época en que las circunstancias de la vida casi inclinan al pesimismo, en unos tiempos en que lo que se ha dado a llamar tremendismo estraga las más puras aficiones estéticas, bienvenida sea una aportación que logre hacernos sonreír. La literatura recreativa debe ser sosiego para el espíritu, y en tal sentido puede considerarse esta novela un interesante hallazgo.
Sobre todo, la figura de Sebastián Viladegut, dinámica y honda bajo una apariencia frívola, resalta plenamente dotada de humanidad. Junto a la levedad de sus maneras, la nota sentimental matiza satisfactoriamente el tono de la narración.
Escrita con soltura, agudeza y agilidad, y dotada de léxico abundante y adecuado, seguramente Una casa con goteras merecerá del público, juez inapelable, la misma favorable acogida con que la distinguieron los que estimaron esta novela como merecedora del Premio Planeta 1953.